La relación estrés, pobreza y plasticidad cerebral se ve reflejada en muchas partes del mundo y ha sido un tema de estudio.
Uno de las formas de estudiar el estrés en el laboratorio consiste en separar a ratas recién nacidas de sus madres. La separación es un elevado factor de estrés para las madres, pero sobre todo para los recién nacidos, quienes probablemente se ven abandonados, vulnerables y carentes del calor materno y el alimento.
Ante un factor estresante la respuesta natural del organismo es producir y liberar las denominadas hormonas del estrés (cortisol, adrenalina, noradrenalina), las cuales preparan al organismo para responder al factor estresante y garantizarle su supervivencia.
Sin embargo se ha observado que aunque estas hormonas garantizan la supervivencia, la acción crónica del cortisol y las demás hormonas tiene un efecto negativo sobre el desarrollo cerebral, especialmente en estructuras con alta capacidad de plasticidad como el hipocampo, amigdala y el lóbulo frontal.
La influencia de las hormonas del estrés hace que en estas estructuras se reduzcan procesos como la sinaptogénesis, dendritogénesis y el desarrollo de conexiones y circuitos neuronales. Es conocido que en el hipocampo se realizan procesos relacionados con la memoria, especialmente la memoria de trabajo, y que este a su vez se interconecta con el lóbulo frontal en donde se realizan procesos ejecutivos como la toma de decisiones.
A su vez la amigdala esta relacionado con el control de las emociones. Esto permite sospechar que alteraciones de estas estructuras afectan diversos procesos que incluyen memoria de trabajo autocontrol y toma de decisiones.
Efectivamente, se han realizado algunos estudios que incluyen niños sometidos a estrés y se comparan con niños no sometidos a estrés. Los niños sometidos a estrés muestran niveles elevados de cortisol, adrenalina y noradrenalina en comparación con niños no estresados. Al someterlos a pruebas cognitivas se observó que los niños sometidos a estrés tenían un bajo rendimiento en pruebas que evalúan memoria de trabajo, control cognitivo de emociones y lenguaje. Este déficit es peor dependiendo si el estrato socioeconómico es más bajo. De igual forma se plantea que esta alteración puede ser permanente ya que adultos con antecedentes de pobreza mantuvieron un bajo rendimiento en pruebas de memoria de trabajo.
Pobreza, estrés y plasticidad cerebral e infancia
Surge entonces la pregunta: existe alguna relación entre pobreza, estrés crónico y alteraciones cognitivas en la infancia?. La respuesta es: existe mucha relación. La pobreza está asociada a factores estresantes de tipo socioeconómico relacionados con el ingreso familiar (desempleo, subempleo) que favorece factores estresantes crónicos como el hambre y la desnutrición, el hacinamiento, las pobres condiciones higiénicas que favorecen infecciones, entre otras.
Agregado a estos existen factores familiares y sociales como la violencia doméstica, disfunción familiar, presencia de familiares delincuentes, nacimiento y/o vida en prisión, la violencia escolar (matoneo o bullying), la violencia en el entorno (llámese favela, barrio, comuna, colonia) asociado a delincuencia, narcotráfico. Todos estos factores son elementos permanentes que pueden generar un estado de estrés crónico, el cual puede ser negativo en etapas tempranas de la vida en las cuales el desarrollo cerebral esta en plenitud.
En muchos países en donde las condiciones de miseria y pobreza afectan a una gran parte de la población, con buen juicio, se han implementado programas de nutrición con la instalación de restaurantes escolares que brindan alimentación gratuita a muchos estudiantes de bajos recursos. Sin embargo, los otros factores, aquellos relacionados con la violencia, siguen ahí y probablemente están determinando un futuro nada halagüeño para los adultos del mañana, con una imposibilidad para que se de movilidad social y favoreciendo que la brecha entre ricos y pobres sea cada vez más amplia.