La neuroeconomia es un tema que se ha empezado a desarrollar en el área de las neurociencias. Este es un tópico muy a tono con los tiempos de crisis económica mundial en los que vivimos. La hipótesis central de esta línea de investigación es que la economía (probablemente la política también) es un área en donde la actividad neurológica es fundamental. La toma de decisiones económicas implica análisis, juicio, capacidad de calcular riesgos, capacidad de prever complicaciones, plantear soluciones, la intuición misma. Todos estos son actividades que controla el lóbulo frontal pero interactuando con otros sistemas. Si el lóbulo frontal falla por inmaduro (como en el niño o adolescente) o por daño (caso Phineas Gage) estas decisiones o procesos son contaminados por la actividad de áreas antiguas desde el punto de vista evolutivo y que controlan los instintos, la búsqueda del placer. Probablemente en casos de alteración de la función del lóbulo frontal quien decide no es la razón sino nuestro cerebro primitivo (el sistema límbico) que toma el comando para satisfacer necesidades de la parte instintiva. A veces tomamos razones guiados por el estomago o por el corazón y no por la razón, como ya en el siglo XVII sospecho Pascal. En ocasiones las decisiones son afectadas o contaminadas por lo que vemos, por lo que olemos o por lo que palpamos y esas sensaciones inicialmente se proyectan al cerebro instintivo.
Neuroeconomía y neurociencias
Muchos aspectos relacionados con disfunción o alteración en la función del lóbulo frontal son visibles tanto individual como colectivamente y no discriminan, es decir se manifiestan en cualquier individuo, desde el ciudadano anónimo hasta el más encumbrado dirigente: agresividad, no respeto a normas e instituciones, intolerancia, incapacidad de tomar decisiones correctas, faltad de planeación, decisiones tomadas para satisfacer intereses y necesidades básicas personales o de grupos. Corrupción, sobornos, enriquecimiento ilícito, evasión, abuso de poder, son apenas unos pocos ejemplos de cómo la toma de decisiones que van en contra de lo socialmente aceptable y satisfacen lo deseado por el individuo. Esto determina conductas que pueden ser delictivas y que representan un riesgo para la estabilidad económica y política de una sociedad.
Neuroeconomía, neuronas espejo y corrupción
Actualmente, hay una especie de exacerbación de estos fenómenos. Porque se da esto?. Cual es la causa?. No hay una respuesta clara pero existen algunas hipótesis que tratan de explicarlo. Una teoría interesante es la de las neuronas espejo, la cual dice que hay areas del cerebro que se activan cuando ejecutamos una acción (comer, llorar o reir, por ejemplo), que también se activan cuando vemos a otro realizando la misma acción. Cuando una persona realiza una actividad socialmente no permitida: robo, violación, asalto, secuestro y ve el sufrimiento que causa, en el individuo normal se activan áreas del cerebro relacionadas con sufrimiento (neuronas espejo), lo que obliga al individuo a controlarse y a generar sentimientos de culpa. En un enfermo esto no sucede como en las esquizofrenias o en personas con enfermedades neurodegenerativas. Sin embargo en casos donde la victima no es fácilmente o directamente visible por el victimario (asaltantes de cuello blanco, narcotraficantes, extorsionistas, etc) se requieren procesos mas complejos que implican análisis y reflexión (en ultimas maduración del lóbulo frontal), procesos que dependen de la educación, el entorno familiar y el entorno social, que no todos tenemos. Un ambiente enriquecido cada vez mas pobre, con mensajes cortos, incompletos y tergiversados (educación, medios de comunicación, lideres ambiguos o sin autoridad moral) pueden hacer que la mayoría de la población sea incapaz de percibir el sufrimiento del otro, de generar sentimientos de culpa e incluso llegue a solidarizarse con el victimario. La guerra de Irak esta mal pero no esta en mi territorio o fue en defensa propia; hay discriminación pero no me afecta o no es en mi espacio. Es lo que hoy en día se acuña con el termino de desensibilización. Lo cual puede no ser cierto pues aparentemente nunca activamos áreas espejos para ciertas acciones, lo que implica que nunca se genera la sensibilización hacia el sufrimiento del otro.
La conclusión luego de esta breve y confusa reflexión a la que se puede llegar es que la función del lóbulo frontal es fundamental en el ser humano y que esta se refleja en la sociedad, que a su vez retroalimenta la maduración del individuo a través de la familia, la educación y las manifestaciones sociales, artísticas, deportivas, científicas. Dado que hay síntomas colectivos que reflejan una función inadecuada del lóbulo frontal en la sociedad moderna, estamos frente a dos posibilidades: La primera es la posibilidad de que la sociedad actual sea una sociedad con un lóbulo frontal muy joven que está en desarrollo (individuos que cada vez maduran emocional e intelectualmente mas tarde), lo cual es esperanzador por que podemos moldear su desarrollo y esperar un futuro mejor; la otra opción, la más terrible, es que seamos parte de una sociedad que envejece y que tiene un franco y progresivo deterioro de su lóbulo frontal en cuyo caso el pronóstico es reservado.
Esperemos que como humanidad nuestro cerebro sea el de un niño, evolucionando y con la esperanza, si tenemos un ambiente enriquecido positivo, de que cada día que pasa será mejor. De otro modo estaríamos con un lóbulo frontal de un adulto esquizofrénico o con Alzheimer, lo cual sería terrible porque cada día vamos a estar peor.
Frente a esto las neurociencias no pueden plantear soluciones apenas intenta entender los procesos. Las soluciones o el tratamiento van de lo individual a lo colectivo, e involucra a sectores de la economía, la política, los medios de comunicación, las instituciones educativas, a la sociedad en su conjunto. Es frecuente en medicina que lo empírico preceda a lo científico. Las plantas empleadas por aborígenes para tratar diversas enfermedades, o el “remedio” de la abuela, han sido la base para la producción de muchos fármacos modernos. Esto quiere decir que la sociedad en muchos casos ha sido capaz de diagnosticar sus enfermedades y buscar el “remedio” o el médico que ayude a controlarlas. En ese sentido las neurociencias están aportando elementos para saber por qué hacemos lo que hacemos y si estamos haciendo las cosas que debemos, o las que queremos. Y es muy posible que de la sociedad misma surja la receta mágica o el médico (líder) que asuma su tratamiento.