Hace un tiempo en una entrevista, el Dr. Rodolfo Llinás, destacado neurofisiólogo a nivel mundial, señaló con una metáfora impactante que su ciudad natal, Bogotá, carece de lóbulo frontal. Esta afirmación, más allá de ser una observación local, puede extrapolarse a la sociedad contemporánea en su conjunto. ¿Estamos experimentando un déficit en la función del lóbulo frontal a nivel global?
La sociedad y su lóbulo frontal
La denominación de los seres humanos como «seres superiores racionales» se basa en la capacidad de realizar procesos mentales complejos como juicios, raciocinios y abstracciones. Sin embargo, este lóbulo, responsable de regular estos procesos, parece estar enfrentando desafíos en la sociedad actual. Considerado un componente evolutivamente joven, presente en la mayoría de los individuos, controla las funciones vitales básicas e instintivas, siendo fundamental para el progreso cultural y social.
Desafíos contemporáneos
En las últimas décadas, la sociedad ha enfrentado diversas crisis, desde económicas hasta violaciones de derechos humanos y corrupción institucional. Estos desafíos han afectado la capacidad del individuo para utilizar su cerebro de manera efectiva y han llevado a una serie de conductas irracionales que marcan la actualidad.
Lóbulo frontal área en rojo. (wikipedia)
Impacto en la toma de decisiones
La manipulación mediática, los cambios en los valores tradicionales y las crisis sociales han afectado la capacidad de planificación, ejecución y toma de decisiones en niveles económicos, políticos y religiosos. La falta de un adecuado ejercicio del lóbulo frontal ha llevado a satisfacer instintos personales en detrimento del bienestar colectivo.
Conductas irracionales y egocentrismo
La sociedad contemporánea refleja conductas marcadas por el egocentrismo, donde el individuo hedonista prevalece sobre el bien común. Además, el facilismo, guiado por la ley del menor esfuerzo, y el inmediatismo, buscando resultados rápidos sin prever consecuencias, caracterizan la era actual. La máxima de que «el fin justifica los medios», independientemente de su aceptación social, gobierna las acciones individuales y colectivas.