Yagé, LSD y otras drogas en la experiencia religiosa
La comunicación con dioses y la búsqueda de experiencias religiosas han sido una búsqueda constante en el hombre. En las comunidades religiosas primitivas el chamán, mago o sacerdote buscaba exaltar sus sentidos con el uso de sustancias que le permitían experimentar estados de iluminación.
A estos elementos probablemente se llegó al observar el efecto que substancias naturales tenían sobre los animales que las consumían. Estos productos fueron incorporadas a los ritos y ceremonias sacras en diferentes culturas opio, coca, yagé, peyote, hongos, ayahuasca y otros, de uso común en muchas culturas primitivas.
Estas substancias eran de uso exclusivo de sacerdotes quienes se comunicaban con los dioses. Con el monoteísmo el uso de estas substancias desaparece. Con el avance de la medicina y la aparición de la farmacología se retoman muchos productos naturales con el fin de identificar las sustancias activas e incluso se intentan producir drogas sintéticas capaces de simular los efectos de los productos naturales.
Una de estas substancias fue un derivado del ácido lisérgico denominado LSD sintetizado a finales de los años cuarenta. En los años sesenta fue promovida como droga sicodélica por un psicólogo estadounidense Timothy Leary, como forma de exaltar experiencias religiosas. Pronto se vio el efecto negativo y adictivo de este tipo de drogas psicotrópicas. Estudios detallados han mostrado que el efecto alucinatorio de estas substancias se debe a que actúan bien sobre el sistema serotoninérgico (LSD, yagé), o el noradrenérgico (coca, peyote).
En general se sabe que los alucinógenos pueden actuar estimulando los receptores de acetilcolina, serotonina o adrenérgicos. Estos sistemas tienen una amplia distribución en sistema nervioso central y están presentes en tallo cerebral, tálamo, hipocampo, corteza del cíngulo, amígdala, neocorteza, zonas que se activan en situaciones relacionadas con sentimientos religiosos, como en los episodios de epilepsia extática.