Estrés, religiosidad y cerebro, conexión
Aparentemente la sensación de soledad y el miedo ante lo desconocido genera estrés, un aumento en las hormonas de estrés reducen la plasticidad cerebral especialmente en ciertas zonas como el hipocampo. Algunos autores plantean que estos mecanismos fueron el detonante para que el ser humano desarrollara sentimientos de religiosidad.
Imaginémonos a los primitivos hombres de las cavernas, con una baja densidad de población, en medio de selvas, bosques y/o sabanas inmensas, sometido a condiciones extremas de temperatura, cambios climáticos, limitación para conseguir alimentos, enfrentado a situaciones de peligro y a procesos inexplicables como el nacimiento, la enfermedad o la muerte.
Un estado de estrés asociado a situaciones de aislamiento relativo pudo favorecer la aparición de visiones que probablemente se incorporaron en creencias y mitos. Otros autores plantean que el estrés es un factor positivo para el cerebro, ya que la interpretación de una alucinación como un mensaje divino podría generar optimismo, entusiasmo y fortaleza para superar adversidades, con esto se favorecería la supervivencia del individuo y la especie.
De otro lado, el estrés puede tener otra cara, pensemos en las personas extremadamente religiosas quienes pueden estar sometidas a un estrés intenso al no poder conciliar la vida real con dogmas religiosos. También personas con enfermedades terminales están sometidas al estrés, al ser conscientes de la proximidad de la muerte. Esto podría hacer más susceptible al individuo a las experiencias religiosas, los sentimientos religiosos reducirían su temor, generarían optimismo lo que estimularía algunas respuestas del sistema neuroendocrino y mejoraría sus defensas inmunológicas.
La oración y la meditación son empleados en algunos casos como coadyuvante de terapias y podría ser la explicación de curaciones milagrosas. Experimentalmente se han logrado reproducir algunas sensaciones religiosas empleando campos magnéticos para estimular ciertas áreas de la corteza cerebral, esto en forma práctica podría emplearse como coadyuvante en el tratamiento de patologías como dolor crónico y cáncer.