Aprender un idioma en la era de la globalización no es simplemente un pasatiempo, sino una necesidad imperiosa. Ante esta creciente demanda, surgen innumerables escuelas de idiomas, maestros tanto reales como virtuales, y métodos que prometen maravillas: desde aprender un nuevo idioma en tres días hasta dominarlo mientras dormimos. ¿Pero qué tan cierto es esto? ¿Qué tan fácil es realmente aprender un idioma?
Aprender un idioma. Complejidad a la Luz de las Neurociencias
El aprendizaje del lenguaje es un proceso complejo y dinámico que aún no se comprende completamente desde el punto de vista de las neurociencias. A través del lenguaje, transmitimos ideas, juicios y emociones; formulamos preguntas y ofrecemos respuestas. Esta dinámica nos permite conocernos a nosotros mismos, comprender el mundo que nos rodea y conectarnos con los demás, transformando no solo nuestra forma de comunicarnos, sino también nuestro cerebro y nuestra percepción del mundo.
Sin embargo, aprender un nuevo idioma no es una tarea sencilla. Este proceso comienza en las etapas tempranas del desarrollo y requiere la presencia de circuitos específicos que facilitan la producción del lenguaje. Dos procesos claramente definidos son esenciales: primero, la capacidad de pensar conscientemente en lo que se quiere decir, y segundo, la habilidad de expresar esos pensamientos verbalmente. Sin la integración de estos dos procesos, el lenguaje no se manifiesta o, si lo hace, no cumple su función de manera efectiva.
Las Áreas Cerebrales Clave en el Proceso Lingüístico
¿Quiénes son los arquitectos de estos procesos lingüísticos complejos? Dos áreas o estructuras cerebrales específicas asumen esta tarea crucial: el área de Broca y el área de Wernicke. Estas zonas, ubicadas en las regiones anteriores y laterales del cerebro, desempeñan un papel fundamental en la producción y comprensión del lenguaje.
La primera zona debe su nombre al Dr Paul Broca quien en el siglo XIX describió y estudio a pacientes que tenían dificultad para hablar. En las autopsias se descubrió que estos pacientes tenían una lesión en el lóbulo izquierdo área prefrontal anterior. Al cuadro clínico en el que el paciente no habla o tiene dificultades por daño cerebral se le denomina afasia motora o de expresión, o afasia de Broca.
Esta afasia motora o de expresión es diferente de la afasia de comprensión o sensorial descrita por el Dr Carl Wernicke. El daño en este caso está en el lóbulo temporal y el paciente puede hablar pero el contenido del discurso no es comprensible. A esta afasia también se le denomina afasia de Wernicke.
Tanto el área de Broca como el área de Wernicke son estructuras cerebrales que requieren estímulos adecuados para desarrollar su potencial. Esto se logra con la práctica, la experiencia, el aprendizaje. Aprendemos nuestras primeras palabras por imitación (neuronas espejo?) y lo hacemos en los primeros años de vida.
Quiere esto decir que solo podemos aprender idiomas en los primeros años de nuestra vida?. Respuesta: no y si. Siendo pesimistas y de acuerdo con los trabajos de la Dra Patricia Kuhl hay un periodo de la vida en el que nuestro cerebro es particularmente sensible para incorporar el lenguaje.
Aquí se define nuestra lengua materna e incluso otros idiomas. Después de este periodo de máxima sensibilidad nuestra capacidad declina y se hace más difícil aprender un idioma. Niños que son aislados o que por alguna razón no tienen el estimulo adecuado de su familia tienen dificultad para desarrollar un lenguaje normal.
Otros investigadores plantean que exponer a niños a más de un idioma puede dificultar la comunicación y la fluidez . Sobre esto no se ha dicho todavía la última palabra. Recientemente se ha demostrado que bilingües tempranos activan una sola zona cerebral. Por otro lado, bilingües tardíos activan mas de una región. Una región controla la lengua materna y otra región se activa con la lengua aprendida tardíamente.
Esto implica que en los niños una sola zona pueden incorporar los dos idiomas. Pero en el adulto esto no sucede y el cerebro adapta otras zonas para esta tarea gracias a su plasticidad. Pero esto tal vez implica un mayor esfuerzo para el cerebro, al tener que rediseñar nuevos circuitos cerebrales. Sin embargo, existen muchos puntos por aclarar y la investigación en este campo continúa.
La mirada positiva es que nuestro cerebro es tremendamente plástico y con una capacidad de aprender muy grande. Así que probablemente no solo es necesario el ambiente, lo es también la motivación del individuo. Exigir al cerebro a través de retos como aprender un idioma, puede influir positivamente en su desarrollo y en retardar los procesos neurodegenerativos.