La delincuencia juvenil y la inseguridad son un problema actual. La sociedad actual es una sociedad en crisis y niños y jóvenes padecen sus conflictos: crisis económicas, crisis religiosas, crisis de valores, conflictos de diverso orden. Estas crisis son el producto, probablemente, de un sistema social incapaz de colmar las expectativas de los individuos en términos de bienestar económico y social.
Estas crisis permean la sociedad a todos los niveles y lo más preocupante es que no hay posibles soluciones. Es necesario un cambio, un cambio que permita a la sociedad enfrentar los retos presentes y futuros. Una vía de solución es la educación con la formación de individuos con valores sólidos, creativos e innovadores capaces de sortear crisis y cambios.
Sin embargo hasta en la educación hay crisis y esto se refleja en la deficiente formación a muchos niveles que crea individuos con incapacidad de plantear soluciones a problemas actuales y sentar las bases de una sólida educación para las futuras generaciones. Los problemas a enfrentar son la falta de liderazgos, no hay modelos a seguir; falta de valores humanos, los valores son débiles y ambiguos: se cuestiona la riqueza, la ambición, la ilegalidad, el sexo entre otros pero los medios masivos ensalzan estos mismos tópicos.
Noticieros, documentales y películas ensalzan al delincuente (narcotraficante, delincuente y transgresor), validan la obtención del dinero fácil, a la belleza sea natural o artificial, el sexo como mercancía, la vía del menor esfuerzo para obtener las mayores ganancias posibles. Por el contrario se menosprecia e incluso se ridiculiza al individuo común trabajador, honesto, cumplidor de leyes y normas, a la persona de rasgos físicos normales, en general a todo aquello enmarcado en la legalidad y las normas.
El problema de la responsabilidad legal de los menores de edad.
En este sentido niños y adolescentes crecen en un ambiente de contradicciones en donde lo único claro es que estamos inmensos en un mundo con muchos derechos (que busca el satisfacer nuestros caprichos y necesidades, aunque dada las diferencias abismales entre ricos y pobres es difícil de satisfacer), pero con muy pocos deberes.
Una sociedad en donde la autosatisfacción y el bienestar personal están por encima de cualquier sentido de altruismo, sentido gregario o solidario. Adicional a esto la sociedad moderna es altamente individualista, competitiva y triunfalista, en donde el núcleo familiar es débil o inexistente en muchos casos.
Esto genera sentimientos de soledad, fracaso y falta de sentido que induce al joven, al ser consciente de su vulnerabilidad y abandono, a buscar protección en grupos con individuos que tienen la misma angustia y están en la búsqueda de identidad: se generan subculturas, grupos de fans, grupos en los que se crean códigos de conducta propio y que eventualmente pueden llegar a transgredir normas: hooligans, maras, carteles, grupos neonazis, grupos religiosos de diversa índole entre muchos otros.
Entorno social, delincuencia, violencia y adolescentes
Un niño o adolescente en estas condiciones de crisis puede ser fácilmente manipulable y presa fácil de grupos delictivos, los cuales a su vez ven en niños y jóvenes una presa fácil y manipulable. Esto se ha visto favorecido por las tendencias legales y aparición de movimientos y organizaciones interesados en defender los derechos de los menores de edad.
Esta defensa a ultranza de los derechos del niño ha sido defendida en no pocas ocasiones con tintes de interés político y/o económico. Dado esta tendencia a legislar a favor de los niños, enfatizando en derechos y reduciendo deberes y responsabilidades, ha sido el visto bueno para que organizaciones criminales utilicen a los niños y jóvenes en actos delictivos. Estos actos de delincuencia infantil y juvenil van desde la simple mendicidad, pasando por el robo, asalto, hasta el sicariato y las masacres.
Estas acciones criminales se ven favorecidas por la ley: niños y adolescentes pueden ser utilizados por organizaciones criminales, dado que a los actos delictivos cometidos por menores son excarcelables y a quien delinque siendo menor de edad se le debe aplicar medidas correctivas y no punitivas. Con estos planteamientos se protege el de los derechos de los niños delincuentes (lo cual está bien), pero probablemente se está olvidando el derecho de sus víctimas y familiares (viudas, huérfanos) a la justicia.
La filosofía de esta política se inspira en la idea de reeducar y perdonar hoy al menor que cometió un crimen, en aras de evitar los grandes criminales del futuro. Sin embargo surge la pregunta de si es posible aplicar esta política en forma indiscriminada?. Es equivalente un robo de dinero simple, a un robo que involucra amenaza, agresión, violencia e incluso asesinato?. Puede equipararse la extorsión cometido por un menor a un asesinato o una masacre?. Un asesinato cometido por un menor en forma accidental en un estado de ira o intenso dolor es equiparable al asesinato de un menor de la calle, bajo efecto de alucinógenos?.
Por evitar criminales del futuro perdonamos el crimen de hoy pero no existen mecanismos de reeducación, rehabilitación y resocialización reales que involucren aspectos como nivel socioeconómico, ambiente familiar, desarrollo neurológico y salud del menor. En muchos casos se agrupan el niño que accidentalmente comete un crimen con el menor que consume drogas, con el que ha reincidido o con el que proviene de una familia o una comunidad de delincuentes.
Delincuencia, violencia y cerebro
Estudios recientes han mostrado que antecedentes de traumas cerebrales son más frecuentes en delincuentes juveniles. Otros estudios han mostrado diferencias estructurales en el cerebro de menores de edad con claro comportamiento antisocial. Específicamente estudios de neuroimágenes mostraron una reducción del volumen de la corteza cerebral en áreas relacionadas con procesamiento de estímulos socioemocionales como la amígdala, la corteza insular, la corteza prefrontal y la corteza occipital.
Es importante considerar entonces que el proceso de rehabilitación de un menor criminal debe considerar lo orgánico (madurez y desarrollo neuropsicológico, edad, si hay trastornos en la estructura o función cerebral, drogadicción), lo familiar (divorcios, número de hermanos, violencia doméstica, drogadicción, delincuencia, etc) y lo social (nivel socioeconómico, contacto con grupos delincuenciales, etc).
Mezclar menores de edad en una institución de reeducación colectiva sin considerar estos aspectos, en vez de propugnar por una rehabilitación individual, puede contribuir a que hogares de paso e instituciones de rehabilitación se conviertan en escuela de los futuros adultos criminales. Durante la infancia y la adolescencia el cerebro tiene una gran plasticidad, pero esos cambios definirán esos cambios. Un ambiente social adecuado favorecerá la rehabilitación total, un ambiente donde se reproduzcan ideas y conductas criminales favorecerán ideas y conductas criminales en los individuos que se resocializan.
El cerebro del niño y el adolescente es un órgano maleable suceptible de cambio y se modificará de acuerdo a las condiciones individuales (nutrición, enfermedades) y ambientales; para bien de la sociedad esas condiciones deben ser las mejores. En el caso del menor delincuente deben estar determinadas de acuerdo edad, su madurez, su entorno y a las características del delito.